sábado, 14 de noviembre de 2020

Criterios para determinar las necesidades y objetivos de intervención

Cuando se realiza una primera atención es fundamental determinar si hace falta intervención o no. En recursos donde existen departamentos específicos a los que se derivan los casos, habitualmente se realiza una primera valoración, triaje o screening; primordialmente para aceptar el caso o rechazarlo, bien porque no es necesaria la intervención, porque no se puede dar respuesta o porque se deriva a otro departamento o profesional más adecuado.

Ejemplo: en un centro de salud mental acude una familia que presenta el caso de una persona con discapacidad intelectual. El recurso desestima el caso porque no es el perfil que se trata en la institución o bien porque no existen los profesionales idóneos para realizar esa atención. Puede pasar también si la persona que debe ser atendida tiene movilidad reducida, necesita accesos y apoyos especiales que el recurso no pueda garantizar, o necesita cuidados de enfermería por una enfermedad crónica que no se pueden proporcionar. Lo correcto es rechazar el caso y derivarlo al recurso adecuado. En otros casos familias presentan casos que no son competencia de este recurso, sino de, por ejemplo, el departamento de servicios sociales u otros recursos.

Una vez determinada la necesidad de intervención, el siguiente paso será el de establecer los objetivos, que deben estar ajustados a la demanda real de la situación. Esta demanda puede ser ejercida por tres actores principalmente: la propia persona, la familia o los profesionales (sean del propio recurso o bien del recurso que ha derivado el caso: médico de cabecera, departamento de salud mental, servicios sociales, etc.)

Situaciones más favorables

En las situaciones más favorables, siempre que la persona haga demanda, cabe pensar que es más fácil establecer objetivos para la intervención, que además se presupone que puede ser más consensuada ya que hay voluntad por todas las partes para realizarla (Situación 1). Puede que la familia no tenga demandas pero la persona interesada sí, con lo cual la intervención es clara igualmente (Situación 2).

En situaciones en las que la persona y la familia hacen demanda y los profesionales no ven objetivo (Situación 3) se puede realizar una intervención centrada en la persona con un pronóstico favorable, incluso aunque la familia no haga demanda.

En el último caso, si una persona hace demanda pero la familia y los profesionales no, puede ocurrir que esta persona sea demandante con objetivos que no se consideran necesarios y también habrá que manejar la situación y diseñar una intervención con un objetivo de alta terapéutica, rechazo de la intervención o bien a un trabajo individualizado (Situación 4).

Situaciones menos favorables

En el caso de recursos de atención en los que se requiere solicitar plaza este puede ser un criterio para establecer prioridades respecto a las situaciones menos favorables.

Podemos considerar que en cualquiera de los casos en los que la persona no realiza demanda es más difícil realizar intervención, ya sea porque no existe conciencia del problema o bien porque no existe voluntad. En Salud Mental son conocidos los casos en los que tanto la familia como los profesionales realizan una demanda de atención pero la persona no accede, probablemente por falta de conciencia (Situación 8). Ocurre con los ingresos involuntarios (probablemente el peor de los escenarios y el menos deseable). Son casos en los que se detectan conductas de riesgo de la persona hacia sí misma o hacia los demás y que requieren una intervención de urgencia forzosa.

También existen casos en los que es únicamente la familia la que realiza la demanda (Situación 7), pero no la persona ni los profesionales. Estos casos son susceptibles de ser rechazados porque puede que exista un conflicto de la familia con esta persona que no requiera de la intervención sino de otro tipo de intervenciones. Otro caso es que la persona y la familia no detecten la necesidad de intervención pero sí los profesionales (Situación 6). Aquí debemos tener mucho cuidado para no caer en juicio de valor e imponer objetivos que realmente no son necesarios o realistas. En estos casos no debería existir la intervención.

El último de los casos, en los que no existe demanda de la persona, demanda de la familia ni demanda de los profesionales (Situación 5), sencillamente no debería existir intervención.

Esta tabla también se puede utilizar para valorar la evolución de un caso. Por ejemplo: en un momento dado una persona que accede al servicio realiza demanda de intervención, así como la familia y los profesionales. Con el paso del tiempo es posible que la familia ya no realice demanda porque hay mejoría pero sí la persona o los profesionales; es posible que si la intervención es exitosa y la evolución es muy favorable llegue un momento en el que ya no exista demanda de intervención, con lo cual sería un alta terapéutica.