lunes, 15 de junio de 2020

Cambio de paradigma en Rehabilitación Psicosocial tras la crisis del COVID-19


Desde hace tiempo existe debate acerca de la metodología imperante en Rehabilitación Psicosocial: si existen suficientes recursos, si son efectivos, si la reforma psiquiátrica se estancó y no ha evolucionado e incluso si se está volviendo al aislamiento de la población de personas con enfermedad mental grave. La sociedad, y las administraciones, presentan opiniones erráticas al respecto, y es por ello que muchas organizaciones y asociaciones continúan luchando contra el estigma en salud mental y a favor de una atención eficaz e integral. Nuevas corrientes de pensamiento apoyan esta línea, con ideas clave como el “Empoderamiento (Empowerment)”, la “Atención Centrada en la Persona” o la “Recuperación (Recovery), entre otras.

Aun así, el estatismo de muchos de los recursos destinados a la atención en salud mental es evidente: continúa primando la cultura farmacológica y la atención en las Unidades de Salud Mental, siendo los ingresos hospitalarios y residenciales las estrategias consideradas más efectivas para los casos más graves.

Por otra parte, desde hace años muchos sectores profesionales reclaman una mayor atención comunitaria, concepto extenso en la bibliografía y en las investigaciones, pero no siempre llevado a cabo en la realidad. Al menos en España. Una de las críticas más comunes es la prioridad de atención presencial en centros especializados en atención a la salud mental, lo que puede de nuevo convertir en ghettos a este tipo de dispositivos, donde las personas usuarias acuden sin un horizonte claro para su recuperación, es decir, pueden pasar años estancados en un tipo de atención poco centrada en la resolución de problemas cotidianos y el empoderamiento, y aún basada en arquetipos condescendientes en los que una parte de la sociedad –incluidos los profesionales-, “está bien” y atiende a las personas que “no están bien”, con directrices unilaterales, invasión de la intimidad, poca o nula participación en el propio tratamiento y elaboración de informes basados en perspectivas subjetivas de los profesionales. Una de las causas es probablemente la falta de recursos económicos y humanos para poder ofrecer una atención integral de garantías: grandes ratios de atención y un servicio testimonial para cubrir el expediente de cara a la gestión de Servicios Sociales y de Salud. Por eso es más rentable construir un edificio dotado con profesionales donde las personas usuarias acuden para ser tratadas: mucha atención presencial de despacho, pocas atenciones domiciliarias, pocos acompañamientos terapéuticos y poca integración comunitaria: las administraciones se preocupan más por los porcentajes de asistencia para justificar su inversión que por la calidad de los tratamientos.

Obviamente esta crítica es general, pues en cada ciudad y cada organización pueden hacerse las cosas de formas muy diferentes, y los profesionales buscan ejemplos entre ellos para aprender metodologías e incluso apostar por ellas, investigar e innovar. También cabe destacar que hay muchos contextos de atención: en grandes ciudades, en zonas rurales, en dispositivos de agudos, de larga estancia, etc. Por eso es lógico pensar que existen diferentes abordajes y metodologías más adecuados a cada realidad.

Sin embargo vivimos un momento histórico que puede suponer un punto de inflexión definitivo a este respecto. Con la crisis del COVID-19 se ha dado la circunstancia de que durante varias semanas ha desaparecido la atención presencial. Consecuencia: cierre de los dispositivos de atención. Sin alternativa. De forma lógica y natural se ha instaurado el teletrabajo, reducido a atención telefónica puntual…y poco más. Esta situación ha evidenciado que el sector carece de recursos para poder ofrecer una atención integral completa si desaparece la atención presencial. Poco a poco, en la vuelta a la normalidad, se han priorizado –como a nivel global en toda la sociedad- los protocolos de higiene y seguridad. Únicamente. Probablemente el objetivo de las administraciones y de las propias organizaciones es medir la capacidad de atención presencial en el recurso con las máximas medidas funcionales de seguridad, así como mediar la capacidad de espacios físicos y de recursos humanos, todo ello con la perspectiva de recuperar el funcionamiento existente hasta entonces. Y no para cambiar o evolucionar, precisamente.

En este contexto el contenido de las intervenciones (ya sean individuales o grupales, a través de programas y talleres, ha quedado en un segundo plano, sin importar tanto la calidad como la cantidad. El contenido parece testimonial, ya que debe ser pragmático: los profesionales empleamos la mayor parte del tiempo en hacer cumplir los protocolos y preocuparnos de ratios y manejo del material y de los espacios, con el peligro de desatender los objetivos esenciales de la intervención profesional.

La propuesta alternativa, sin embargo, continúa siendo la misma: apostar por la intervención comunitaria, salir del centro de atención, trabajar en el domicilio, en la comunidad: no hay tanto problema para ir a un bar, pero sí para abrir las escuelas y los centros de atención a la salud. Por lo tanto, si la comunidad funciona y ofrece espacios más flexibles, ¿por qué no aprovecharlo? Las posibilidades son evidentes:

1. Teletrabajo: sin duda la modalidad estrella a nivel general tras esta crisis. En el caso de Rehabilitación Psicosocial existen dos opciones de intervención (a parte del trabajo administrativo): atención telefónica y reuniones telemáticas, tanto individual como grupalmente. Algunas organizaciones también han actualizado sus plataformas en webs y redes sociales para ofrecer información.

2. Atención domiciliaria: el reciente confinamiento ha marcado una vía de trabajo, que es el servicio a domicilio. Ha ocurrido con todo tipo de empresas y de negocios. ¿Por qué no en este sector? La atención domiciliaria es una metodología que siempre ha existido, aunque ha quedado relegada a los casos más graves o urgentes, o a protocolos rutinarios en el momento del alta. Tal vez en estas circunstancias podría establecerse como metodología esencial, mediante programas específicos de Atención domiciliaria o de Continuidad de Cuidados. ¿Motivos? En primer lugar, las restricciones para la asistencia presencial lo favorecen, y en segundo lugar, puede suponer un salto cualitativo en la atención individualizada. Claro está que son necesarias unas determinadas condiciones para que esto pueda funcionar, y que pasan por dotar de recursos humanos y material adecuado (incluidas las medidas de seguridad) para los profesionales, lo cual puede ser un problema para organizaciones con presupuestos limitados.

3. Estamos comprobando cómo dependiendo del sector empresarial las restricciones son mayores en unos recursos que en otros. Por ejemplo: sí podemos ir al bar hasta 20 personas, pero no podemos reunirnos en el centro de trabajo para realizar un grupo de terapia. Sea justo o injusto, se revela una realidad con la que tenemos que trabajar. ¿Por qué no entonces organizar actividades en grupos de trabajo en la comunidad? Siempre se ha hecho, con las actividades deportivas y de ocio como las más visibles, aunque existen muchas otras posibilidades, que pasan por utilizar los recursos comunitarios que ya existen: bibliotecas, recintos deportivos y de ocio, locales públicos, espacios al aire libre… tal vez así sea posible dar mayor atención grupal.

4. Acompañamientos terapéuticos. Del mismo modo pero de forma más individualizada y en sintonía con las atenciones domiciliarias, los acompañamientos terapéuticos siempre han sido una de las herramientas más potentes y efectivas, especialmente para la resolución de problemas cotidianos que necesitan de acciones muy concretas: realizar una compra o una gestión, citas médicas, etc.

Por otra parte, en ningún momento se puede descuidar la atención presencial, tanto individual como grupal, porque es esencial para las personas que más lo necesitan, por presentar más limitaciones en el funcionamiento, por respiro familiar, mayor necesidad de atención individual, etc. Pero es este grupo de población quien necesita esencialmente la asistencia presencial; muchas de las demás personas que utilizan los recursos de rehabilitación psicosocial pueden perfectamente adaptarse a las metodologías anteriormente mencionadas.

El debate por tanto se mantiene, la reflexión sigue abierta y a la expectativa de ver cómo se desarrollan los acontecimientos y como se desvelarán las apuestas de las administraciones, si siguen siendo conservadoras (o incluso se dan pasos atrás) o si evolucionan hacia otro tipo de metodologías. Al fin y al cabo es un trabajo de toda la comunidad profesional implicada que tal vez puede emerger y consolidarse con el paso del tiempo, aunque es posible que el actual sea un momento perfecto para ello.

Enlaces:


Una propuesta metodológica para la intervención comunitaria: http://www.scielo.org.pe/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1729-48272008000100010