Desde hace tiempo existe
debate acerca de la metodología imperante en Rehabilitación Psicosocial: si
existen suficientes recursos, si son efectivos, si la reforma psiquiátrica se
estancó y no ha evolucionado e incluso si se está volviendo al aislamiento de
la población de personas con enfermedad mental grave. La sociedad, y las
administraciones, presentan opiniones erráticas al respecto, y es por ello que
muchas organizaciones y asociaciones continúan luchando contra el estigma en
salud mental y a favor de una atención eficaz e integral. Nuevas corrientes de
pensamiento apoyan esta línea, con ideas clave como el “Empoderamiento
(Empowerment)”, la “Atención Centrada en la Persona” o la “Recuperación
(Recovery), entre otras.
Aun así, el estatismo de
muchos de los recursos destinados a la atención en salud mental es evidente:
continúa primando la cultura farmacológica y la atención en las Unidades de
Salud Mental, siendo los ingresos hospitalarios y residenciales las estrategias
consideradas más efectivas para los casos más graves.
Por otra parte, desde
hace años muchos sectores profesionales reclaman una mayor atención
comunitaria, concepto extenso en la bibliografía y en las investigaciones, pero
no siempre llevado a cabo en la realidad. Al menos en España. Una de las
críticas más comunes es la prioridad de atención presencial en centros
especializados en atención a la salud mental, lo que puede de nuevo convertir
en ghettos a
este tipo de dispositivos, donde las personas usuarias acuden sin un horizonte
claro para su recuperación, es decir, pueden pasar años estancados en un tipo
de atención poco centrada en la resolución de problemas cotidianos y el
empoderamiento, y aún basada en arquetipos condescendientes en los que una
parte de la sociedad –incluidos los profesionales-, “está bien” y atiende a las
personas que “no están bien”, con directrices unilaterales, invasión de la
intimidad, poca o nula participación en el propio tratamiento y elaboración de
informes basados en perspectivas subjetivas de los profesionales. Una de las
causas es probablemente la falta de recursos económicos y humanos para poder
ofrecer una atención integral de garantías: grandes ratios de atención y un
servicio testimonial para cubrir el expediente de cara a la gestión de
Servicios Sociales y de Salud. Por eso es más rentable construir un edificio
dotado con profesionales donde las personas usuarias acuden para ser tratadas:
mucha atención presencial de despacho, pocas atenciones domiciliarias, pocos
acompañamientos terapéuticos y poca integración comunitaria: las administraciones
se preocupan más por los porcentajes de asistencia para justificar su inversión
que por la calidad de los tratamientos.
Obviamente esta crítica
es general, pues en cada ciudad y cada organización pueden hacerse las cosas de
formas muy diferentes, y los profesionales buscan ejemplos entre ellos para
aprender metodologías e incluso apostar por ellas, investigar e innovar.
También cabe destacar que hay muchos contextos de atención: en grandes
ciudades, en zonas rurales, en dispositivos de agudos, de larga estancia, etc.
Por eso es lógico pensar que existen diferentes abordajes y metodologías más
adecuados a cada realidad.
Sin embargo vivimos un
momento histórico que puede suponer un punto de inflexión definitivo a este
respecto. Con la crisis del COVID-19 se ha dado la circunstancia de que durante
varias semanas ha desaparecido la atención presencial. Consecuencia: cierre de
los dispositivos de atención. Sin alternativa. De forma lógica y natural se ha
instaurado el teletrabajo, reducido a atención telefónica puntual…y poco más.
Esta situación ha evidenciado que el sector carece de recursos para poder
ofrecer una atención integral completa si desaparece la atención presencial.
Poco a poco, en la vuelta a la normalidad, se han priorizado –como a nivel
global en toda la sociedad- los protocolos de higiene y seguridad. Únicamente.
Probablemente el objetivo de las administraciones y de las propias
organizaciones es medir la capacidad de atención presencial en el recurso con
las máximas medidas funcionales de seguridad, así como mediar la capacidad de
espacios físicos y de recursos humanos, todo ello con la perspectiva de
recuperar el funcionamiento existente hasta entonces. Y no para cambiar o
evolucionar, precisamente.
En este contexto el
contenido de las intervenciones (ya sean individuales o grupales, a través de
programas y talleres, ha quedado en un segundo plano, sin importar tanto la
calidad como la cantidad. El contenido parece testimonial, ya que debe ser
pragmático: los profesionales empleamos la mayor parte del tiempo en hacer
cumplir los protocolos y preocuparnos de ratios y manejo del material y de los
espacios, con el peligro de desatender los objetivos esenciales de la
intervención profesional.
La propuesta
alternativa, sin embargo, continúa siendo la misma: apostar por la intervención
comunitaria, salir del centro de atención, trabajar en el domicilio, en la
comunidad: no hay tanto problema para ir a un bar, pero sí para abrir las
escuelas y los centros de atención a la salud. Por lo tanto, si la comunidad
funciona y ofrece espacios más flexibles, ¿por qué no aprovecharlo? Las
posibilidades son evidentes:
1. Teletrabajo: sin duda
la modalidad estrella a nivel general tras esta crisis. En el caso de
Rehabilitación Psicosocial existen dos opciones de intervención (a parte del
trabajo administrativo): atención telefónica y reuniones telemáticas, tanto
individual como grupalmente. Algunas organizaciones también han actualizado
sus plataformas en webs y redes sociales para ofrecer información.
2. Atención
domiciliaria: el reciente confinamiento ha marcado una vía de trabajo, que es
el servicio a domicilio. Ha ocurrido con todo tipo de empresas y de negocios.
¿Por qué no en este sector? La atención domiciliaria es una metodología que
siempre ha existido, aunque ha quedado relegada a los casos más graves o
urgentes, o a protocolos rutinarios en el momento del alta. Tal vez en estas
circunstancias podría establecerse como metodología esencial, mediante
programas específicos de Atención domiciliaria o de Continuidad de Cuidados.
¿Motivos? En primer lugar, las restricciones para la asistencia presencial lo
favorecen, y en segundo lugar, puede suponer un salto cualitativo en la
atención individualizada. Claro está que son necesarias unas determinadas
condiciones para que esto pueda funcionar, y que pasan por dotar de recursos
humanos y material adecuado (incluidas las medidas de seguridad) para los
profesionales, lo cual puede ser un problema para organizaciones con
presupuestos limitados.
3. Estamos comprobando
cómo dependiendo del sector empresarial las restricciones son mayores en unos
recursos que en otros. Por ejemplo: sí podemos ir al bar hasta 20 personas,
pero no podemos reunirnos en el centro de trabajo para realizar un grupo de
terapia. Sea justo o injusto, se revela una realidad con la que tenemos que
trabajar. ¿Por qué no entonces organizar actividades en grupos de trabajo en la
comunidad? Siempre se ha hecho, con las actividades deportivas y de ocio como
las más visibles, aunque existen muchas otras posibilidades, que pasan por
utilizar los recursos comunitarios que ya existen: bibliotecas, recintos
deportivos y de ocio, locales públicos, espacios al aire libre… tal vez así sea
posible dar mayor atención grupal.
4. Acompañamientos
terapéuticos. Del mismo modo pero de forma más individualizada y en sintonía
con las atenciones domiciliarias, los acompañamientos terapéuticos siempre han
sido una de las herramientas más potentes y efectivas, especialmente para la
resolución de problemas cotidianos que necesitan de acciones muy concretas:
realizar una compra o una gestión, citas médicas, etc.
Por otra parte, en
ningún momento se puede descuidar la atención presencial, tanto individual como
grupal, porque es esencial para las personas que más lo necesitan, por
presentar más limitaciones en el funcionamiento, por respiro familiar, mayor
necesidad de atención individual, etc. Pero es este grupo de población quien
necesita esencialmente la asistencia presencial; muchas de las demás personas
que utilizan los recursos de rehabilitación psicosocial pueden perfectamente
adaptarse a las metodologías anteriormente mencionadas.
El debate por tanto se
mantiene, la reflexión sigue abierta y a la expectativa de ver cómo se
desarrollan los acontecimientos y como se desvelarán las apuestas de las
administraciones, si siguen siendo conservadoras (o incluso se dan pasos atrás)
o si evolucionan hacia otro tipo de metodologías. Al fin y al cabo es un
trabajo de toda la comunidad profesional implicada que tal vez puede emerger y
consolidarse con el paso del tiempo, aunque es posible que el actual sea un
momento perfecto para ello.
Enlaces:
Cómo elaborar un programa de intervención comunitaria: http://www.pacap.net/es/publicaciones/pdf/comunidad/5/noticias_recursos_como_elaborar.pdf
Una propuesta metodológica para la
intervención comunitaria: http://www.scielo.org.pe/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1729-48272008000100010
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