A la
hora de diseñar programas de intervención grupal se dan varias circunstancias
que influyen en la selección de participantes y la conformación de los grupos,
como:
- Necesidades marcadas en objetivos individuales de PIR.
- Derivaciones de los psicólogos o técnicos de referencia según sus criterios profesionales.
- Demandas del usuario o la familia.
- Formato de horario de centro: a veces puede ser inevitable completar horarios individuales con derivaciones s algunas actividades.
- Perfil de usuario (si se clasifican por niveles, de autonomía, por ejemplo).
- Contenido de la actividad: para participar en ciertas actividades son necesarios unos requisitos y en otras tal vez no. Por ejemplo: una persona con una limitación física tal vez no puede jugar al fútbol. Para un taller de cocina avanzada se puede requerir una experiencia previa o un mínimo nivel de conocimiento. Si es un taller de cocina básica no existe este requisito. Para participar de algunas salidas se puede exigir un mínimo nivel de autonomía, etc.
Todos
estos factores van a condicionar la configuración de los programas o talleres,
que debe ser acertada para el óptimo funcionamiento de los mismos.
Es
cierto que en la práctica clínica nos arreglamos con lo que hay, ya sea por
circunstancias puntuales o inevitables, como bajas de participantes, cambios de
horarios, cambios de profesionales, necesidades de centro o de equipo,
limitaciones horarias o económicas, etc. Y siempre o habitualmente nos
encontramos con excepciones, aunque éstas nunca deben ser la norma.
Establecer
criterios a la hora de diseñar un programa o taller y las personas que
participarán supone un trabajo riguroso que a la larga proporcionará
seguramente mejores resultados.
En
todo este proceso quisiera centrarme en una cuestión que forma parte de estos
criterios anteriormente comentados, y es la homogeneidad o heterogeneidad de
los grupos. Por
ejemplo: en un taller de estimulación cognitiva, ¿puede haber participantes con
un mayor nivel que otros? ¿Qué ocurre si la diferencia de nivel es muy grande?
¿Convendría que todos tuviesen un nivel similar o es mejor que haya
participantes de varios niveles para poder enriquecerse?
La
cuestión es simple: si la heterogeneidad perjudica al contenido del taller o al
desarrollo del mismo es mejor trabajar por configurar un grupo más homogéneo.
Por ejemplo: un programa de senderismo en el que hay participantes derivados
con problemas de movilidad. Esta circunstancia condicionará totalmente la
actividad, porque se habrá de bajar el nivel de intensidad para que todos
puedan participar. Si hay 10 derivados y 5 tienen mayor dificultad de
movilidad, tal vez pueden organizarse dos grupos o solicitar que en la misma
actividad haya dos profesionales para diversificar la actividad.
¿Cómo se establece el nivel
de funcionamiento o de perfil de participantes?
Clasificar
a los participantes por niveles puede servir para dirimir algunos de los
criterios anteriormente señalados. Para evitar una baremación subjetiva se
pueden utilizar datos de los que ya disponemos en la evaluación o bien
investigar otros datos objetivos que sean útiles para este propósito. Por
ejemplo: para organizar grupos de trabajo de estimulación cognitiva se pueden
utilizar los resultados de las escalas usadas por los psicólogos en la
evaluación anual. Escalas como KBIT, MoCA, MMSE, etcétera, ofrecen directamente
puntuaciones mediante las cuales se pueden organizar grupos, y por supuesto las escalas que usa el TO
También
se pueden establecer requisitos para los talleres, y detectar qué usuarios
los cumplen y quiénes no. Por ejemplo: para participar en piscina es necesario
que la persona tenga un nivel alto de autonomía para la ducha y el cambio de
ropa (lo puede determinar el TO) y que sepa nadar. En algunos programas se
pueden definir los criterios de inclusión y/o exclusión.
A
continuación expongo dos ejemplos de dos tablas de elaboración propia que se
utilizaron hace un tiempo en el recurso de Centro de Día para clasificar a los
usuarios y usuarias en “niveles” para la participación en diversos programas y
para determinar el tipo de atención que requerían (más individualizada, más
grupal, personas que necesitan mayor continuidad en el horario, quienes
necesitan más o menos actividad, etc)
Cada valor 1 indica la presencia de la dificultad descrita. La suma final indica un valor cuantitativo que puede usarse como estimación para organizar grupos de trabajo con participantes que tienen características similares. A parte de la edad (dato objetivo y más o menos significativo) los criterios elegidos y el valor asignado para cada usuario en cada dificultad son subjetivos y son los que se deben consensuar por el equipo de Centro de Día.
En los ejemplos anteriores se utilizan criterios basados en factores que limitan el desempeño y otra tabla factores que apoyan el desempeño, pero pueden utilizarse cualquier tipo de indicadores - siempre objetivables y descriptivos, sin interpretación subjetiva.
En el siguiente ejemplo se observa cómo queda la tabla para elegir los participantes en un programa de ocio:
Añado finalmente un vídeo con la corrección hecha el 13/04/2020, ya que en la anterior publicación original las tablas contenían errores en el sumatorio de los puntajes. El vídeo se encuentra publicado en:
https://www.facebook.com/584647624936667/videos/2932385956853620/
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