Las Actividades de
Las ABVD (básicas) son una cuestión primordial en la intervención desde Terapia Ocupacional (TO), sobre todo cuando se ven directamente afectadas. Son actividades tan cotidianas y naturales que a menudo cualquier persona las obvia, es decir, todos vamos al baño varias veces al día, por ejemplo, y sabemos hacerlo; todos nos vestimos a diario y adecuamos nuestra vestimenta a las condiciones climatológicas, a la actividad que vamos a realizar (deporte, trabajo, boda, hacer limpieza…), etc. Pero esta tarea aparentemente tan sencilla puede representar una barrera difícilmente superable para muchas personas que han visto afectado su desempeño por una enfermedad que les bloquea o les anula la voluntad de hacerlo. Es una dura realidad, pero por esto mismo hay que abordarla de forma prioritaria. Cualquier persona necesita unos hábitos mínimos de higiene, vestido, alimentación, descanso, etc. por una mera cuestión de supervivencia. Este objetivo es el primero que ha de marcarse en caso de haber identificado en el paciente la pérdida, abandono o deterioro de los hábitos relacionados con estas actividades, y cualquier terapeuta o profesional perspicaz se dará cuenta. De hecho, en los casos más graves (como por ejemplo, esquizofrenia en su espectro más grave o crónico –especialmente la hebefrénica-, retraso mental, demencias, depresión mayor, trastornos obsesivo-compulsivos severos o cualquier enfermedad grave e incapacitante) suele establecerse como objetivo común para todos los profesionales, ya que es lo más evidente.
La cuestión que aquí se trata es si en los casos más favorables, en aquellas personas que incorporan unos hábitos y unas rutinas prácticas para sus ABVD, se pueden establecer objetivos más complejos. Yo creo que sí, ya que la independencia no sólo radica en poder realizar estas actividades tan cotidianas y personales, sino en poder desenvolverse con eficacia en el entorno y utilizar los recursos que la comunidad nos ofrece, que en esto consisten las AIVD.
AIVD son actividades cotidianas más complejas que las básicas, a saber: uso de transportes y medios de comunicación, cuidado de aspectos relacionados con la salud, manejo de dinero y finanzas, realización de diversas gestiones relacionadas con la manutención del hogar o del cuidado de otras personas (o animales), tareas domésticas, compras, preparación de comidas, organización de la limpieza o la elaboración de respuestas a situaciones de emergencia, entre otros.
Según
Reflexionemos e imaginemos lo difícil que puede resultarle a una persona elaborar una lista de la compra coherente con las necesidades que hemos de cubrir si el simple hecho de ducharse o adecuar su vestimenta suponen una dificultad. Por otra parte, cualquiera de las AIVD anteriormente descritas requiere de unas habilidades que se incorporan y se entrenan desde la infancia. Desde pequeñitos aprendemos a dormirnos, a vestirnos, a ir al baño, etc… pero hasta que pasan varios años nadie sabe ni se encarga de abrir una cuenta corriente, tener una cartilla e ir al banco a realizar ingresos o extracciones, y mucho menos sabemos cómo funciona una financiación o una hipoteca. Son tareas que aprendemos a lo largo de la vida, muchas de ellas en la edad adulta. Es sabido por todos que aprender a cocinar por sí solo para uno mismo (véase cualquier estudiante o “rodríguez”, por ejemplo) supone mucho tiempo de aprendizaje, y verse en situaciones que requieren incorporar esta habilidad. Cuántas veces una persona adulta necesita a su madre para recibir asesoramiento sobre qué productos de limpieza utilizar, qué hay que hacer para reponer la gasolina del coche o cómo tengo que pedir un producto en la carnicería). Esto sirve de muestra para entender la complejidad de las AIVD. Sin embargo, el aprendizaje de habilidades para el desempeño de estas actividades es infinitamente útil para el resto de nuestra vida, y nos dotan de una independencia máxima para desenvolvernos en la vida.
Es por tanto, de extrema importancia dotar de herramientas a cualquier persona que vea afectado su desempeño por una enfermedad. Las familias, efectivamente y por lo general, suelen hacerse cargo de estas AIVD, como hemos mencionado antes, probablemente por sobreprotección (obviando los casos de verdadera y/o extrema dependencia), robando así este rol del paciente, e ignorando las consecuencias futuras en el caso de que la familia desaparezca (por ejemplo, enfermos adultos a cargo de los padres que saben que algún día estos morirán, observando su futuro con incertidumbre).
Como TO, y siendo consciente de la tremenda importancia y relevancia de este asunto, me siento obligado a establecer objetivos orientados al manejo de las AIVD siempre que sea posible, porque supone una trabajo valiosísimo para el paciente, cuya autoestima puede verse infinitamente reforzada, y porque podemos asegurarle una independencia funcional de un valor incalculable para el futuro. Creo que es un error dejar este asunto en manos de los familiares si detectamos que éstos no potencian o fomentan el desempeño en AIVD. Sé que es duro, y que se tiende o bien al abandono o bien a la sobreprotección y condescendencia, pero ya hemos visto que no se trata de un asunto baladí, sino más bien todo lo contrario, así que, al menos, intentémoslo. Seguiré más adelante con este tema, para no extenderme más con este post. Gracias a todos los que leéis este blog y a todos los mensajes que he recibido. Recordad que un buen TO ha de tener siempre inquietudes relacionadas con la salud de nuestros pacientes, en la cual podemos incidir muy positivamente si estimulamos y potenciamos cualquier habilidad para la independencia funcional de los mismos.
Me ha parecido interesante la primera parte, ayuda mucho sobre todo a los profesionales novatos.
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