lunes, 17 de febrero de 2014

Ambiente terapéutico (II)


¿Cómo realizar adaptaciones del usuario al medio?
 ¿Cómo adaptar el medio al usuario?
¿Cómo adaptarnos nosotros como profesionales?
¿Qué herramientas se pueden utilizar para realizar estas intervenciones?

Retomando la propuesta de la anterior publicación propongo el siguiente análisis: ¿cuál es la función del Terapeuta Ocupacional en la creación de un ambiente terapéutico?

La premisa planteada fue la siguiente: el objetivo es conseguir la integración total de la persona en el recurso, reservando siempre el derecho a lo privado, abogando por un diseño universal para una accesibilidad total desde el punto de vista físico, sensorial y psicológico, que permita a la persona acceder al medio sin por ello renunciar a un completo desarrollo de su personalidad.

Pues bien, ¿cómo se hace eso?

En primer lugar es necesaria una actitud por parte del profesional, es decir, si no existe una propuesta personal por esta creencia no hay nada que hacer. Hay que ser humilde y pensar que no tenemos la verdad, sobre todo de otras personas. Nosotros somos profesionales que antes de eso somos personas, que nos adaptamos a un ambiente de trabajo concreto bajo unas condiciones concretas. De hecho nosotros mismos podemos tener dificultades a la hora de desempeñar nuestra labor:
  • Físicas: nuestro lugar de trabajo es incómodo, no hay aparcamiento, el despacho es pequeño, la sala que nos han dejado para el grupo es disfuncional, no tenemos material adecuado para trabajar como queremos…)
  • Sensoriales: no tenemos luz, hay ruido, en la sala hace frío, la música está demasiado alta…
  • Psicológicas: no tenemos el apoyo del jefe, hay mal ambiente en el trabajo, existen tensiones con otros compañeros, cambios en la metodología de trabajo, estrés…
  • Personales o de otro tipo: problemas personales, cansancio, malestar…que influyen en el trabajo.
Con todo eso tenemos que adaptarnos a un horario, a un contrato, a un lugar con unas condiciones concretas y desarrollar nuestra tarea. Incluso no existiendo los problemas anteriormente descritos y yendo todo estupendamente, con unas condiciones óptimas, todos nos adaptamos funcional y ocupacionalmente a unas rutinas diarias, de forma más o menos exitosa.

Si tenemos todo esto en cuenta podremos empatizar con el usuario, ofreciéndole un desafío justo de la actividad (concepto que aprendí de Mariel Pellegrini), es decir, el trabajo propuesto es acorde a las circunstancias concretas de esa persona y el entorno en el que se encuentra y es realista con las expectativas convergidas  por ambas partes. Es un buen punto de partida.

En segundo lugar, plantearnos la siguiente máxima, muy propia de la Terapia Ocupacional y de modelos como el de la Ocupación Humana: debemos tener en cuenta que la intervención clínica puede realizarse sobre la persona y sobre el entorno: normalmente la intervención se centra en el usuario: se hace una evaluación al usuario, se plantean unos objetivos para esa persona y se interviene de forma que es ese usuario quien debe cambiar sus hábitos, es quien debe corregir sus defectos, es él quien, en definitiva, está enfermo (Yo estoy bien, tú no estás bien. Véase: Posiciones existenciales:http://es.wikipedia.org/wiki/An%C3%A1lisis_Transaccional#Teor.C3.ADa_del_Guion). Por lo tanto, nosotros no nos implicamos y obviamos las condiciones ambientales. Pero esto no es así. Como mucho, valoramos el entorno del usuario a nivel general: cuál es su familia, dónde vive y poco más. Pero, ¿y el propio centro de trabajo? ¿Y todos aquéllos ambientes donde la persona se desenvuelve? ¿Acaso no se pretenden generalizar unos cambios saludables? ¿Por qué no se puede modificar el ambiente?

En tercer lugar debemos pensar, por lo tanto, en la posibilidad de intervenir sobre el entorno. ¿Qué elementos abarca este concepto y cómo se puede intervenir?:

La FAMILIAdel usuario: siempre que se pueda, establecer una vía de comunicación con la familia puede ser primordial para compartir información, unificar esfuerzos, generalizar el trabajo fuera del centro asistencial y reforzar la red de apoyo. También pueden incluirse amigos que formen parte de esa red esencial.
¿Cómo? Reuniones con familiares, tanto individuales como grupales, contacto telefónico periódico, visitas al domicilio familiar y atención personalizada.

La VIVIENDA del usuario: estudio del domicilio o del lugar donde vive. Es bastante útil disponer de una descripción detallada del lugar ya que es primordial para entender los planteamientos de la persona acerca de sus problemas y especialmente para el trabajo de AVD, sobre todo si pretendemos generalizar hábitos. Lo ideal es poder realizar atenciones domiciliarias, en todo caso al menos una visita de evaluación y a ser posible, visitas sistemáticas, siempre programadas previamente y en connivencia con el usuario y/o familia. Existen algunos instrumentos y guías de valoración fácilmente localizables en internet, por ejemplo:
Pero en cualquier caso, incluso de no disponer de ningún instrumento específico, un informe completo (si puede ir acompañado de fotografías o en su defecto planos o dibujos del lugar) es útil para la intervención.

¿Cómo se puede intervenir en el domicilio? Una vez hecha una evaluación inicial se pueden estudiar los hábitos de la persona en su domicilio y cómo interactúa con su entorno. Es un buen punto de partida para establecer objetivos en el caso de que se detecten dificultades en el desempeño. Ante todo esta intervención –como todas- debe ser rigurosa, minuciosa, dedicada y muy respetuosa, pues es una intervención en la intimidad de la persona.

A través de horarios, diarios, registros, observación directa y actividad diagnóstica (es decir, realizar AVD en el mismo domicilio para observar las habilidades de desempeño) podemos configurar un diagnóstico ocupacional completo. Se pueden identificar las estancias que más utiliza o en las que más tiempo pasa y priorizar la intervención en ellas.

Aparte de instaurar o modificar hábitos en la persona (intervención que tanto nos gusta a los profesionales y tan poco gusta a los usuarios), podemos modificar el entorno físico: cambiar muebles de lugar para hacer más accesible la realización de las tareas, usar ayudas técnicas y herramientas de apoyo en el desempeño: etiquetas, calendarios, agendas…, configurar las estancias para que favorezcan la realización de ciertas tareas como el aseo o la cocina, establecer ubicaciones claras de objetos, favorecer rituales sanos para la realización de actividades…y de ahí pasamos al estrato inmediato al domicilio, que se encuentra justo detrás del umbral de la puerta de casa.

Recursos COMUNITARIOS: desde luego es más fácil intervenir en el domicilio si existe permiso del usuario y la familia, pero una vez sale de casa ha de enfrentarse al mundo cotidiano, que está organizado de una manera concreta que puede favorecer o perjudicar al desempeño de la persona. Por ejemplo, no es lo mismo vivir con vecinos que solo en medio del campo, no es lo mismo vivir en un cuarto piso sin ascensor que en un bajo, no es igual tener una parada de autobús enfrente de casa que a cinco manzanas, no es lo mismo disponer de un supermercado en el barrio que tener que desplazarse al extrarradio…es decir, ¿cómo es el entorno del domicilio de la persona? ¿De qué recursos públicos dispone? ¿Es accesible? ¿Hay transportes? ¿Existen barreras arquitectónicas? ¿Tiene vecinos, se relaciona con ellos? ¿A qué distancia vive el familiar o persona de referencia más cercana? ¿Está muy lejos el centro asistencial? ¿Y el médico? ¿Tiene fácil acceso para comprar? Y para tirar la basura? ¿Sale de casa porque su entorno se lo facilita o permanece mucho tiempo en casa porque su entorno le dificulta?

¿Cómo intervenir? Se me ocurren varias maneras:
  • En primer lugar, incluir en nuestros informes de evaluación domiciliarias una descripción de este entorno: barrio, ciudad…sobre todo si incluye información relevante para el funcionamiento de la persona (Ejemplo: muchos días no acude al centro porque está muy lejos y no dispone de vehículo propio. Como tiene que caminar mucho hasta la parada de autobús más cercana y dispone de poco dinero habitualmente decide no salir de casa). Puede que exista información a este respecto que el equipo desconoce y explica algunas de las conductas de los usuarios.
  • En segundo lugar, utilizar la accesibilidad ciudadana disponible, lo que está en nuestra mano, para favorecer su integración en el medio: ¿tiene carnet de pensionista? ¿Qué beneficios tiene? ¿Lo utiliza? ¿Y carnet joven? ¿Y carnet de la biblioteca? ¿Hay servicio gratuito de bicicletas? ¿hay otros servicios, sociales o ciudadanos, de los que podría beneficiarse? ¿Conoce todas las posibilidades que ofrece su ayuntamiento, su barrio? ¿Existen otras asociaciones o instituciones que podrían apoyar su proceso?... A partir de aquí se abre un mundo no infinito de posibilidades pero sí amplio. Para esta labor recomiendo solicitar el apoyo de otros profesionales (si tenemos la suerte de disponer de ellos en el trabajo), como Técnicos de Integración Social, Técnicos de Inserción Laboral o Trabajadores Sociales, pues se manejan en muchos de estos recursos y son especialistas en obtener información fiable y actualizada de ellos ya que habitualmente establecen contactos permanentes para realizar su tarea.
  • Y en tercer lugar, y siempre que sea posible, para conocer todo lo anterior y realizar trabajo de campo, in situ, que es lo mejor, realizar ACOMPAÑAMIENTOS TERAPÉUTICOS. Desde ir un día a recoger a la persona a casa desde el centro hasta acompañarlo a realizar cualquier tarea fuera del domicilio. Siempre es una experiencia rica en información, que potencia el vínculo terapéutico y refuerza el aprendizaje a pasos de gigante. En mi opinión, el trabajo del terapeuta ocupacional debe ser siempre preferiblemente fuera del despacho (es una de las razones por las que trabajar en un CEEM, lugar donde se conjugan muchos de estos factores del entorno y del funcionamiento, para mí ha sido una experiencia clínica de lo más enriquecedora).
Y por último y para terminar, y no menos importante, podemos realizar un ESTUDIO DE ACCESIBILIDAD DEL CENTRO. Por mucho que no queramos admitirlo y por muy bien que estén construidas algunas instalaciones, los propios centros asistenciales en los que trabajamos presentan barreras arquitectónicas (cada vez menos), sensoriales y psicológicas. En la mayoría de los casos, por causas ajenas a nosotros, y en algunas ocasiones, generadas por nosotros mismos, pues de nosotros depende convertir el espacio en que trabajamos en un ambiente terapéutico. ¿Cómo?

Desde que el usuario entra por la puerta del centro toda estancia, ya sea destinada a trabajar, al ocio o al descanso, debe ser terapéutica, es decir, no deben existir barreras arquitectónicas:
  • Físicas: entradas y salidas accesibles en todo el recinto y en todas las estancias, protocolos de seguridad, accesibilidad para el uso de herramientas y de elementos de interacción con el entorno, señales de identificación, información visible y accesible…
  • Sensoriales: información a nivel visual perfectamente presentada, intuitiva e inequívoca, ambiente sonoro favorecedor del trabajo, ya sea con música adecuada a una estancia concreta o silencio en los talleres en que se precise para trabajar, ambiente limpio e higiénico y creación de ambientes y herramientas favorecedoras para el trabajo. Todo elemento que sea desagradable para cualquier miembro participante, ya sea usuario o profesional, es susceptible de ser evaluado.
  • Psicológicas: eliminación de cualquier elemento  estigmatizador, lo cual incluye el trato administrativo o personal y la garantía de seguridad, confidencialidad y respeto.
Evidentemente, de nada sirve realizar ningún estudio si no va acompañado de una propuesta, que empieza en dirección. Puede ser que se nos deniegue, por falta de presupuesto, de medios o de interés, pero debemos insistir a la larga porque forma parte de nuestro cometido. Y si hay aprobación y apoyo de la empresa o de dirección, hay que seguir por los compañeros y por últimos por toda aquella persona que de forma directa o indirecta participe en el centro.

En fin, todas estas son sólo propuestas, ideas o aproximaciones del tema abordado y cualquiera de los puntos anteriores puede ser analizado en mayor profundidad y desarrollado con datos y experiencias que avalen el planteamiento presentado. Quizá una tercera parte de este tema pueda ilustrarse con ejemplos prácticos.

Dicho todo esto, acepto comentarios, críticas, sugerencias y cualquier opinión sobre este asunto. 


viernes, 7 de febrero de 2014

Utilidad de las fotos como aporte de documentación


Las salidas terapéuticas, los talleres y otros eventos (fiestas por ejemplo) representan una oportunidad excelente para observar las reacciones de los usuarios fuera del entorno conocido y controlado del centro. Es importante, por tanto, documentar lo máximo posible.

Las fotografías son un instrumento útil ya que, aparte de las descripciones aportadas en los informes de valoración de las actividades, aportan una descripción visual y cuasi-objetiva de la actividad desarrollada, aportando información acerca de:
  • Aspecto de los usuarios.
  • Entorno de la actividad. 
  • Interacción de los usuarios entre ellos y con otras personas.
  • Interacción de los usuarios con los monitores y viceversa. 
  • Desarrollo de la actividad.
Aparte de la labor de documentación, las fotografías de que disponemos sirven para:
  • Murales y revista del centro. Son un foro de exposición de las actividades realizadas a través de imágenes significativas.
  • Utilización de imágenes de usuarios para economía de fichas, paneles de identificación, paneles de habitación y otras utilidades.  
  • Material de valoración de salidas, memorias de actividades o de centro. 
  • Observación de los cambios a lo largo del tiempo: a través de las fotografías de otros años, por simples que sean, se observan cambios físicos, en el aspecto o las expresiones de los residentes.
 Observaciones:
  • Asegurarse de que las personas fotografiadas son conscientes de ello y existe un consentimiento informado o un permiso firmado por ellos mismos o los tutores. 
  • Si se usan móviles personales (pues hoy en día es muy común y además es sencillo, pues no es necesario que el centro disponga de cámara – aunque es lo propio-) asegurarse SIEMPRE de descargar las fotos en un servidor seguro y BORRARLAS del dispositivo. Impedir su difusión sin permiso (cuidado con las redes sociales, chats, etc) 
  • Pueden utilizarse en visitas domiciliarias y acompañamientos terapéuticos, siempre con el consentimiento de la persona. 
  • Es recomendable que una vez recopiladas las fotos se haga una criba. Es tan inútil disponer de 1.000 fotos de una excursión como no tener ninguna. 
  • Organizar las fotos en carpetas con las fechas y los lugares facilita su uso para realizar una base de datos práctica. Lo ideal es solicitar una foto de un evento determinado y localizarla fácilmente. 
  • Una recomendación es que si las fotos son realizadas el alta calidad (por defecto lo más probable) se disminuya su peso en kilobytes mediante programas como FotoSizer. De este modo evitamos que se saturen programas de edición de texto e impresoras.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Ambiente terapéutico (I): Introducción y reflexión general.


El pasado viernes 17 de enero de 2014 acudí a las II Jornadas de Ambiente Terapéutico, organizadas por Avrisem en el EVES de Valencia.

Quisiera realizar, de forma particular y libre, unas reflexiones a modo de resumen  acerca de algunos de los contenidos que se trataron  allí. En primer lugar, y con el permiso de los organizadores, agradecer a Avrisem, AEN y FEAFES la organización de estas jornadas y el trato recibido.

La primera inquietud que me surgió fue pensar en el problema de identificar necesidades en población heterogénea bajo un modelo común de intervención, es decir, si trabajamos bajo un modelo concreto, como por ejemplo, Rehabilitación Psicosocial, dicho modelo contempla la posibilidad de intervención en una población general, de forma teórica. La destreza del profesional determina el modo en que utilizamos ese modelo de intervención en una población mucho más reducida, en un recurso concreto, en un espacio concreto y en última instancia, sobre sujetos individuales. Esta tarea no es nada sencilla, pues puede ocurrir lo siguiente:

  • En un centro de trabajo no existe ningún modelo “oficial” o bajo el cual se organice el trabajo. Probablemente este es el peor de los casos, pues donde hay anarquía en la intervención hay caos en el trabajo diario (lo que incluye la coordinación entre los diferentes profesionales) y en los resultados. La única ventaja –quizá- es que al haber ausencia de un modelo marcado por la institución o por dirección, el profesional, aunque en solitario, también dispone de libertad absoluta para organizar su trabajo.
  • En un centro de trabajo funciona un modelo abierto, o varios modelos que coexisten de manera organizada. Probablemente lo ideal, esto es, que diferentes profesionales con diferentes visiones o modelos teóricos de trabajo puedan confluir en una intervención conjunta que aporte un valor añadido al trabajo de equipo y que incida en una mejora de los resultados finales. Aunque es difícil es lo que debemos buscar, porque en absoluto es imposible y es enriquecedor en todos los casos.
  • O bien puede ocurrir que hay un único o principal modelo de trabajo que sea inflexible, es decir, que sea la única vía para trabajar. Esto también puede ocurrir, con determinadas corrientes teóricas cuya aplicación es muy ortodoxa o recursos en los que la filosofía o valores de la empresa o institución son muy concretos. Puede ser una ventaja siempre que el método sea infalible.
Sea como sea, y aunque existan otras posibilidades, en general podemos decir que existen unos pocos modelos de trabajo determinados en el campo de la salud mental, y aparte de modelos teóricos concretos más humanistas, psicodinámicos, conductistas, cognitivistas o funcionales, según la formación, existe un modelo principal, biomecánico, o mejor dicho, occidental, es decir, una manera de entender la salud y la enfermedad que está por encima de todos estos modelos; una visión general que existe en occidente que incluye el modo en que entendemos la vida. Y utilizo el término occidental puesto que los modelos de salud orientales sí constituyen en muchos casos un enfrentamiento directo en muchos de los principios que plantean los grandes conceptos de Salud y Enfermedad.

En nuestro caso, y por herencia, vivimos bajo un modelo médico establecido y aceptado de forma general por gran parte de la población, que tiene muchas virtudes…y muchos defectos. Y precisamente por hacer crítica constructiva diré que tanto en el ámbito personal como en el profesional debemos aprender y corregir nuestros errores si lo que buscamos es la satisfacción, y en este caso, como profesional especialmente, si de lo que se trata es de lograr la más eficaz intervención respetando la máxima dignidad de la persona.

El sistema sanitario bajo el que funcionamos es muy potente porque abarca muchos campos de la salud y la enfermedad (no todos) pero ciertamente inflexible en cuanto que en gran medida es unilateral, es decir, normalmente es el profesional quien dirige la intervención, es el sistema sanitario quien marca las condiciones y es el sujeto quien se adapta.

La ventaja es que para la mayoría de la población puede que sea suficiente, pero finalmente no llega a todas las personas, y esto convierte al modelo en excluyente. E incluso aunque sea suficiente, no es óptimo. El hecho de que la persona que entra en una red de asistencia ha de asumir las condiciones que la propia red marca de forma ineludible genera la aparición de barreras arquitectónicas (y no solo físicas o estructurales, sino sensoriales e incluso psicológicas) y exclusión social, incluso dentro de la propia red, que al ser tan global en ocasiones puede ser restrictiva.

Para concretar estas ideas ofrezco un ejemplo como ilustración de este planteamiento, usando el modelo de asistencia en salud mental:

Una persona que desarrolla una patología accede en un primer momento al sistema sanitario que le da una cobertura básica: Atención primaria, médico de cabecera, urgencias…este primer periplo puede ser tan inexacto que esta persona puede estar hasta varios meses sin saber qué le ocurre, es decir, sin diagnóstico (por cierto, el sistema de diagnóstico de por sí ya merece un capítulo aparte, pues no se me ocurre nada más generalizado y estigmatizador) y sin una intervención eficaz ni especializada en un sistema que criba a las personas para intervenir… y mientras se permite el desarrollo de la patología.

En el mejor de los casos, esta persona va a ser diagnosticada, y va a ser derivada a una serie de recursos, según la gravedad y las circunstancias, a los que puede acudir voluntariamente e incluso llegado el caso, forzosamente. 

Una vez en uno de estos recursos la persona ha de adaptarse a unas condiciones médicas muy concretas (medicación, indicaciones clínicas), unos horarios, unos profesionales (muchos, diferentes, cambiantes) unos contratos terapéuticos y unos espacios físicos determinados.

En el peor de los casos –y es en lo que pienso pues de esto obtengo mi experiencia clínica- si es un CEEM (Centro Específico de Enfermos Mentales) o residencia o Unidad de Larga Estancia (se llame como se llame, pues en cada autonomía es diferente, para más INRI (dicho sea de paso, en las competencias sanitarias es donde más desajustes se ve como consecuencia de un Estado dividido en autonomías. Con esto no pretendo entrar en política, sino simplemente advertir que a pesar de las singularidades de cada región y de las competencias adquiridas en pleno derecho, en ciertos campos como la Salud debería haber un mayor consenso a nivel Estatal, y esto es perfectamente viable…) esta persona se encuentra en la situación siguiente (entre otras cosas):

  • Está privada de libertad.
  • Ha de tomar una medicación obligatoriamente (puede que la conozca o puede que no, pero en cualquier caso le dirán que “es por su bien”).
  • Ha de aceptar los tratamientos impuestos.
  •  Ha de seguir las indicaciones clínicas de varios profesionales que, si trabajan en equipo de forma coordinada puede ser muy eficaz y agradable, pero de lo contrario puede generar rechazo en la persona y caos en las dinámicas de trabajo.
  • Ha de acudir a dinámicas de grupos con otras personas –conocidas o no- y trabajar aspectos íntimos de su personalidad.

Seré franco y realista. ¿Qué puede hacer uno como profesional ante este panorama?
Lo primero, aceptar la realidad con la que trabajamos. Siempre tenderé a ser idealista y buscar la superación y la mejora, pues así evoluciona el mundo y así evoluciona la profesión, pero es necesario tener los pies en el suelo y no trabajar teorizando, sino haciendo cosas a diario, sobre todo cuando se trabaja con personas. Así que no queda más remedio que adaptarnos.

¿Cómo adaptarnos al entorno físico, sensorial y psicológico? Las  adaptaciones pueden realizarse sobre la persona (por ejemplo ayudas técnicas o a través de los hábitos) o bien sobre el entorno. Esto puede y debe ser bidireccional si queremos buscar justicia ocupacional, es decir, un tratamiento justo a la persona teniendo en cuenta los elementos que disponemos, tanto en la persona como en el ambiente, que debe ser terapéutico.

Asimismo, es necesario siempre realizar estudios de accesibilidad en el centro donde trabajamos, para proponer modelos de cambio o nuevos planes que procuren la integración total de la persona en el recurso, reservando siempre el derecho a lo privado, como dijo uno de los ponentes en las jornadas, abogando por un diseño universal para una accesibilidad total desde el punto de vista físico, sensorial y psicológico, que permita a la persona acceder al medio sin por ello renunciar a un completo desarrollo de su personalidad.

Ésta fue una de las hermosas y contundentes conclusiones de aquellas jornadas, ilustradas además por algunos intervinientes de forma brillante, como usuarios de estos recursos, y que tomaré como pie y premisa para la próxima publicación, pues una vez hecha la introducción inicial lo propio es desarrollar estos conceptos, porque es lo más interesante, como digo yo siempre, que es pasar de lo teórico a lo práctico, a la intervención real.
  • ¿Cómo realizar adaptaciones del usuario al medio?
  • ¿Cómo adaptar el medio al usuario?
  • ¿Cómo adaptarnos nosotros como profesionales?
  • ¿Qué herramientas se pueden utilizar para realizar estas intervenciones?